domingo, 22 de mayo de 2011

¿Para qué aferrarnos a lo que quiza perderemos?

PASAJE CLAVE: Lucas 12.13-21

LECTURAS DE APOYO:
Salmo 37.8
Proverbios 10.22
Romanos 12.19
1 Juan 4.1

INTRODUCCIÓN:

Dios es la fuente de toda bendición.
Hay quienes reconocen esta realidad y han
aprendido a manejar todos los favores que Él
les ha concedido, por lo que alaban al Dador y
no a los dones.Otros se aferran a los beneficios
recibidos, se sacrifican por lograrlos, planean
sus vidas alrededor de ellos y constantemente
piensan en ellos. Eso afecta sus relaciones con
Dios pues se esfuerzan por buscar más y más
de lo que ya poseen. Como resultado, a veces
el Señor tiene que despojarlos de dichas
bendiciones.


El principio de vida que se aplica en este caso
es que todo aquello a lo que nos a ferremos, lo
perderemos y se ilustra en la parábola del rico
insensato que encontramos en Lucas 12.16-21.
En ella vemos que ese hombre, al aumentar
sus riquezas, también permitió que creciera su
orgullo y autosuficiencia. En última instancia, su
arrogancia le costó la vida y de nada le sirvió lo
que había acumulado.

DESARROLLO DEL SERMÓN:
El verdadero propósito de la vida.
En la parábola vemos que Dios dio a ese hombre
abundancia de bienes, pero que él ni siquiera
pensó en reconocerlo. En su jactancia hizo planes
para derribar sus graneros y edificar otros mayores
a fin de disfrutar de sus bienes por largos años y,
como resultado, Dios le dijo que moriría esa
misma noche (Lc 12.16-21). El Señor quiso
enseñar a sus oyentes el verdadero objetivo de la
vida, diciendo:“Mirad, y guardaos de toda avaricia;
porque la vida del hombre no consiste en la
abundancia de los bienes que posee” (v.15). Es
insensatez no tomar en cuenta a Dios y pensar
solo en lo que podamos experimentar, lograr o
acumular.

Notemos que este hombre ignoró dos cosas
importantes. Primero, no vio más allá de sí mismo
sino que todo giraba alrededor de “yo, lo que yo
tengo y lo que haré con lo que tengo”. En segundo
lugar, no vio más allá de su propia existencia;
se olvidó de Dios y de sus semejantes. Es decir,
quiso aferrarse tenazmente a las bendiciones
que provenían de Dios sin contar con que en
realidad él no controlaba su vida.

¿A qué podemos aferrarnos?

Relaciones. Una manera definitiva para
terminar una relación es tratar de controlar a
alguien, pues a nadie le agrada renunciar a su
libertad y someterse a las órdenes de una
persona arbitraria.

Metas.Debemos pedir a Dios que nos muestre
lo que debemos buscar y depender de lo que Él
nos indique ya que siempre desea darnos lo
mejor (Sal 37.4).

Sueños.Muchos conciben un sueño y quieren
lograrlo sin consultar a Dios ni examinar sus
propios móviles.Vale la pena someternos gustosos
a los designios de nuestro Padre celestial, sabiendo
que no nos arrepentiremos de lo que Él nos
proponga.

El pasado. Una de las cosas más destructivas a
las que frecuentemente nos aferramos es nuestro
pasado, especialmente si tenemos rencor, amargura
y resentimiento. Esto puede hacer que pasemos
la vida buscando vengarnos, lo que nos acarrea ,
entre otras cosas, efectos adversos para la
salud.(Ro 12.19)


Ideas erradas.También hay quienes se aferran
a doctrinas erróneas impartidas por sus padres o
personajes connotados. Lo que siempre debemos
preguntar es: ¿Qué dice la Biblia?, sabiendo que
no hay ninguna pregunta que no tenga respuesta
en ella al exhortarnos que probemos “los espíritus
si son de Dios” (1 Jn 4.1).


Percepciones equivocadas de algunas
situaciones.Al confrontar ciertas situaciones,
pueden surgir malas interpretaciones pues habrá
quien perciba que ha sido excluido o discriminado.
Esto sucede cuando hacemos a un lado a Dios y
pensamos por nuestra propia cuenta, llegando a
conclusiones falsas.


El tiempo.Al presentar nuestras peticiones a
Dios tendemos a impacientarnos si no nos contesta
con prontitud ya que consideramos que lo que
pedimos es muy importante (Sal 37.7). Pero es
preciso entender que Él actúa conforme a sus
planes amorosos.


Razones para aferrarnos.
Temor de perder lo que hemos recibido.A
veces no sabemos manejarlo y podemos perderlo,
pero si Dios nos ha dado algo, ¿acaso no podrá
cuidarlo? (Pr 10.22).

No confiar en Dios. Quizá no perdamos lo
que hemos acumulado, pero sí lo más valioso
como el gozo, la paz y la felicidad que Él imparte
a quienes le buscan de corazón.

Orgullo. Podemos adoptar la escala de valores
del ambiente en el que nos movemos y buscar
posesiones, prestigio y elogios a tal grado que
ofendemos a muchos con nuestra actitud de
superioridad que se convierte en un gran estorbo
para nuestra relación con Dios.

Para dejar de aferrarnos.
Principiemos por reconocer que Dios no ocupa
el primer lugar en nuestra vida. En segundo lugar,
preguntémosle:“Señor, ¿cuánto de mi tiempo y
energía dedico a este objeto, esta persona, o a
este cargo y cuánto te dedico a ti?” En tercero,
admitamos que tenemos un ídolo, ya que
empleamos más tiempo y damos preferencia a
pensar en algo que nos parece más importante
que el Señor: el esposo, la esposa, los hijos, el
trabajo, cualquier otra cosa. Por fin, decidamos
colocar todo en el lugar que debe ocupar.


CONCLUSIÓN:
¿El Señor es la persona más importante para
usted? ¿Con regularidad usted le pide que le
guíe en sus decisiones? Él tiene el propósito y
el plan más maravilloso para usted, pero usted
jamás disfrutará de lo mejor que Él quiere darle
si se enfoca en otros objetivos.

Mi oración es que usted se proponga lograr
que el Señor verdaderamente ocupe el primer
lugar en su vida.Abra usted sus manos y
entréguele todo aquello a lo que usted se ha
aferrado tenazmente. Es posible que Él no se
lo quite sino que simplemente reajuste su
manera de pensar. Su relación personal con Él
es lo más valioso que usted pueda poseer y si
así lo desea sinceramente, el Padre celestial
derramará sobre usted todo género de
bendiciones.
Tomado de: http://www.encontacto.org/.


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